martes, enero 02, 2018

“LA NOCIÓN DE ÉTICA POLÍTICA SEGÚN MAX WEBER Y CARL SCHMITT”

RESUMEN
Este ensayo, analiza, la ética política, desde un enfoque comparativo de Max Weber y su obra "la política como profesión" con la teoría de confrontación, la relación amigo - enemigo y el artículo sobre Ética de Estado y Estado pluralista de Carl Schmitt; iniciando con una introducción general sobre la importancia histórica del rol de la ética en la política y como se traduce esta desde los autores mencionados.
INTRODUCCIÓN

El estudio minucioso y racional de la moral, el deber, la virtud y la felicidad, es ocupada por una rama filosófica llamada ÉTICA, la cual debe ser aplicada tanto en la individualidad del ser humano como su implicación en la sociedad, y he aquí su estrecha relación con la política, ya que ésta,  ya conocemos que se ocupa principalmente de la solución a los problemas de la convivencia colectiva, tomando en cuenta las condiciones originarias de la naturaleza humana que varios contractualistas como Hobbes y Rousseau han mencionado en sus obras clásicas, sobre todo, cuando los seres humanos se someten a las nuevas reglas una vez que deciden formar parte, sea de un Leviatán como de un Contrato Social; por lo tanto, la relación entre ética y política es muy estrecha ya que ambas dependen de la acción humana y el criterio que se debe crear para tomar decisiones políticas con los límites éticos a la hora de convivir en sociedad, en definitiva la ética enriquece el criterio político porque le pone límites al “todo vale” y así erradicar la corrupción, tiranía y la injusticia.

 LA NOCIÓN DE ETICA POLÍTICA DE MAX WEBWER

Weber, en su clásico análisis sobre la política como profesión, trata de discernir a través de dudas sobre las relaciones entre ética y política, si son o no opuestas, si tan solo una ética se aplica para la política, sobre el contenido de sus normas, la ética en los medios para apoyar la violencia, etc; sin embargo, aterriza a una noción clara, mencionando lo siguiente: “a esta ética se aplica lo mismo que se ha dicho de la causalidad científica: no es un taxi que se puede detener arbitrariamente, se la toma o se la deja por entero, pues éste es precisamente su significado; de lo contrario se lo vulgariza”[1].
Diferencia claramente entre la ética política y la ética evangélica, por ejemplo sobre la resistencia legítima mediante la fuerza, en él, la ética evangélica evita “utilizar la fuerza para contrarrestar el mal” y la ética política legitima tal uso para después, no hacerse responsable del triunfo del mal; así mismo, el hecho de decir la verdad ,lo cual, debe ser incondicional en la ética absoluta para que el político descubra que en lugar de producirla la obscurece cuando se actúa con abuso y pasión; esto ocasiona que coexistan tanto la ética de la convicción con la ética de la responsabilidad, ambas son diferentes y no excluyentes la una de la otra, ya que quien actúe con responsabilidad, sabrá cuales son las consecuencias o límites de sus propios actos, en cambio quien lo haga con convicción, deberá ocuparse de no apagar la llama de la pura convicción.
Afirma, además, que el medio decisivo de la política es la violencia, ya que ninguna ética puede ni rehuir ni determinar sobre los medios que sean moralmente dudosos o peligrosos.
“La ética de la convicción debe derrumbarse aparentemente, ante el problema de la justificación de los medios por el fin. De hecho, lógicamente sólo tiene la posibilidad de condenar toda acción que emplee medios moralmente peligrosos”[2].
Desde mi punto de vista el límite de la ética de la convicción se limita cuando las acciones que reivindican esta, recae sobre la responsabilidad, y esto se aplica normalmente en la política a la hora de tomar decisiones que a la larga puedan incurrir en afectaciones al aparato social.
El poder es la herramienta clave para realizar los cambios necesarios que, con convicción, se construyeron, y el mantenimiento de este, proviene justamente de una verdadera ética de responsabilidad, para que los medios no carezcan de legitimidad para la consecución de los fines.
Desde el punto de vista de Weber, para Forster, el bien solo produce el bien y el mal solo produce el mal; sin embargo, se contrapone con varios hechos principalmente concerniente al desarrollo de la religiones, menciona que “O ese poder no es omnipotente o no es benévolo, o bien la vida está gobernada por principios de compensación y de sanción que sólo pueden ser interpretados metafísicamente o que escapan eternamente a nuestra comprensión. Este problema de la irracionalidad del mundo ha sido el motor de toda evolución religiosa”.[3]
Culmina esta idea acotando que la creencia de los primitivos cristianos se basaba en el pacto con el diablo que realizaban quienes se dedicaban a la política como sinónimo de poder o violencia y que, por lo tanto, no necesariamente el bien produce el bien o mal produce el mal, por lo tanto, quien no entienda esto es neófito en política.
Con respecto a las éticas religiosas y su diversidad menciona que se fueron adaptando a la vida de diferentes esferas con leyes distintas, poniendo como ejemplo al politeísmo griego y los conflictos entre sus dioses, el “maquiavelismo hindú”, la inclusión de la ética en la violencia para pelear contra los herejes en la fe cristiana, el protestantismo como institución divina, el descargo de la violencia como responsabilidad moral del individuo y la legitimidad de la violencia como medio para defender la fe en el calvinismo.
Menciona de manera clara que los problemas éticos de la política y que su especificidad está determinada por su medio peculiar y esto origina la búsqueda de la violencia legítima en expuestos a sus consecuencias específicas.
En cuando a la ética política aplicada a las luchas ideológicas, Weber es muy convincente, me recuerda mucho a la coyuntura política de Ecuador, ya que sostiene que éstas están lideradas por auténticos caudillos:
“Tomado el poder; el séquito de un caudillo se convierte por lo general en un vulgar grupo de advenedizos. El que quiere hacer política, y sobre todo el que quiere hacer política como profesión, debe comprender esta paradoja ética. Debe saber que es responsable de lo que él mismo puede llegar a ser; bajo el dominio de esa paradoja”[4].
Finalizando con Max Weber, él sintetiza que la política se hace con la cabeza pero no solo con ella, da en parte razón al quienes defienden la ética de la convicción, ya que esta depende de su grado de solidez, de contenido, de argumento; sin embargo resalta que la ética de responsabilidad también tiene límites y estos son cuando la convicción  hace sobrepasarlos, por lo tanto ambas éticas no son contrapuestas sino complementarias y conforman al unísono al hombre que puede tener “vocación por la política”.

LA NOCIÓN DE ÉTICA POLÍTICA DE CARL SCHMITT

Mientras Weber habla de la relación ética – política y como su complementariedad histórica trata de justificar la violencia legítima para poder ejercer el poder, haciendo convivir a la ética por convicción con la ética de la responsabilidad, Schmitt es el autor del antagonismo y la confrontación como factor fundamental para el quehacer político, es decir la relación amigo – enemigo.
Sostiene que: “La oposición o el antagonismo constituye la más intensa y extrema de todas las oposiciones, y cualquier antagonismo concreto se aproximará tanto más a lo político cuanto mayor sea su cercanía al punto extremo, esto es, a la distinción entre amigo y enemigo”.[5]
¿Pero cuáles serían los límites éticos dentro de la confrontación o la relación amigo – enemigo?
Tomando en cuenta que, según Schmitt, el grado máximo de intensidad en la distinción  amigo – enemigo, se refiere más a una legítima contradicción de ideas, también es claro al mencionar que no necesariamente el enemigo es moralmente malo o estéticamente feo, simplemente es el otro, es decir el legítimo contradictor al que incluso es preferible tenerlo cerca, y justo en este punto es lo que radica la limitación ética dentro de la confrontación.
El enemigo político es el contradictorio, el diferente, no el malo o el feo al que hay que destruir; no hace falta odiarlo personalmente, sino identificarlo para contraponerse y así surja lo que para Schmitt es vital en política, el antagonismo.
El antagonismo tiene dos fenómenos interesantes de analizar dentro de los límites de la ética política. El primero, el sentido polémico de los conceptos, ideas y palabras, es decir un antagonismo y situación concreta que concluyen con guerra o revolución, como consecuencia se debe saber a quien concretamente se trata de afectar, combatir, negar o refutar.
“El carácter polémico domina sobre todo el uso del propio término «político», ya sea que se moteje al adversario de «apolítico» (en el sentido de estar fuera del mundo, de no tener acceso a lo concreto), ya que se lo pretenda a la inversa descalificar y denunciar como «político», con el fin de mostrarse uno mismo por encima de él en su calidad de «apolítico» (en el sentido de puramente objetivo, puramente científico, puramente moral, puramente jurídico, puramente estético, puramente económico, o en virtud de cualquier otra de estas purezas polémicas)”[6].

El segundo fenómeno se refiere a la interacción de los partidos políticos, su falta de objetividad como defecto inherente a toda conducta política y las penosas maneras que dominan la concesión de puestos y la política de ventajas de dichos partidos. Aquí podemos identificar una falencia en la ética política con respecto a las prácticas de los partidos políticos.
Cuando por referencia a esto se pide una «despolitización», lo que se está buscando no es sino una superación del aspecto partidista de lo político, etc. La ecuación política = política de partido se hace posible cuando empieza a perder fuerza la idea de una unidad política”.[7]
Sin embargo, para Schmitt, las diferencias a secas de los partidos políticos de un Estado, alcanzan el grado máximo de política interior, y pueden causar que las guerras no provengan de agrupaciones amigas – enemigas del exterior sino del interior (guerra civil).
¿Recuerdan cuando mencionábamos que según Weber, el medio decisivo de la política es la violencia?, pues Schmitt le da espacio a la justificación de la guerra y la lucha como producto de la relación amigo – enemigo.
“Guerra es una lucha armada entre unidades políticas organizadas, y guerra civil es una lucha armada en el seno de una unidad organizada (que sin embargo se vuelve justamente por ello problemática)”[8].
Aquí  recrudece el concepto de lo político de Schmitt, cuando el concepto de amigo , enemigo y lucha adquieren su sentido real al momento que nace una conexión para matar físicamente, ya que la guerra se origina de una enemistad, la realización extrema de enemistad.
Ahora siguiendo con Schmitt, entramos a su análisis de la Ética de Estado y Estado Pluralista[9].
Menciona que el colapso del Estado significa también un colapso de la ética de Estado, es decir la caída del descrédito de un Estado es totalmente integral, que los partidos sacrifican el poderoso Leviatán  y se apropian de un trozo de carne del cuerpo despedazado. He aquí cundo se cuestiona sobre cual mismo sería el significado de “Ética de Estado”.
El autor recoge las teorías de ética de Estado de Hegel, el stato ético de la doctrina fascista y la ética de Estado de Kant y su individualismo liberal. La ética de estado significa vincular al Estado con normas éticas, siendo una instancia suprema para superar el estado de naturaleza, sin embargo, la idea de unidad del estado es rechazada por Kant y otras Teorías anglosajonas llamadas pluralistas (Cole y Laski).
Para los pluralistas, es necesario negar al Estado como una unidad suprema y abarcante, sino las pretensiones éticas de ser un vínculo social de otro tipo y más elevado que cualquiera de las muchas otras asociaciones en las que viven los hombres.
Sostiene que el hombre individual convive en la variedad de obligaciones sociales de relaciones de deslealtad desordenadas, por lo tanto, el hombre individual, está necesariamente obligado a la fidelidad hacia varias éticas, la de la Iglesia, posición social, sindicato, partido político, etc. Una pluralidad de lealtades.
“La lealtad hacia el Estado no tiene primacía alguna, y la ética de Estado es una ética especial junto a muchas otras éticas especiales”[10].
Aquí es pertinente hacerme la siguiente pregunta: ¿Qué tan ligada está la ética política, a la hora de ser leal a un partido político?
Pues pienso que la ética política está muy ligada a la lealtad, el problema es cuando se confunde lealtad a los caudillos mas no a las instituciones, por lo tanto dependemos mucho del grado de institucionalidad que un país tenga con respecto a sus instituciones políticas, principalmente a su Sistema de Partidos. Además de la rigurosidad de las normas electorales, y la facilidad que los políticos tienen de moverse de una Organización Política a otra.
En ese sentido en el Ecuador aún estamos a varios años para llegar a tener un Sistema de Partidos institucionalizados, por lo que hoy por simplemente son vehículos de traslado hacia el poder, sin planes programáticos ideológicamente trazados.
Entrando al desenlace de este trazado sobre ética política, escogí a dos autores clásicos muy debatidos en la ciencia política, sobre todo por el pragmatismo de sus análisis y hemos visto que específicamente en cuanto a la ética política, tienen una visión clara de la cotidianidad política hasta la actualidad.
La ética con convicción y responsabilidad de Weber se complementa con la relación amigo – enemigo en una ética de Estado de Schmitt. A la hora de tomar decisiones en un contexto político, estas nociones pueden servir para analizar de manera más madura a la política.
El pluralismo de lealtades dentro de una ética de estado nos invita a pensar como el ser humano debe desenvolverse en una compleja sociedad, con múltiples intereses.
La ética política trae consigo normas tácitas inherentes al juego de alcance al poder y su supervivencia o sostenimiento.
En el mundo de la política real se juegan varios intereses. Al final del día la política es el mercado negro de expectativas en donde quedan explícitamente expuestos los sentimientos más bajos del ser humano como son la envidia, la hipocresía y la vanidad. Es un gran embudo en donde pocos llegan a la cúspide y una vez logrado el objetivo en necesario plantear acciones para sostenerse en el poder; y, la ética política ayuda para delimitar dichas acciones, a fin de no caer en la tiranía, la demagogia y el autoritarismo.
 BIBLIOGRAFÍA
·         WEBER, Max. Obras Selectas: La política como profesión; DISTAL, Buenos Aires, 2010
·         SCHMITT, Carl. El concepto de lo político;  Alianza Editorial, 1987
·         SCHMITT, Carl. “Staatsethik und pluralistischer Staat,” KantStudien, vol. 35 (Berlin: Pan-Verlag Kurt Metzner, 1930).




[1] WEBER, Max. Obras Selectas: La política como profesión; pág. 443, DISTAL, Buenos Aires, 2010
[2] WEBER, Max. Obras Selectas: La política como profesión; pág. 445, DISTAL, Buenos Aires, 2010
[3] WEBER, Max. Obras Selectas: La política como profesión; pág. 446, DISTAL, Buenos Aires, 2010
[4] WEBER, Max. Obras Selectas: La política como profesión; pág. 448, DISTAL, Buenos Aires, 2010
[5] SCHMITT, Carl. El concepto de lo político; pág, 59, Alianza Editorial, 1987
[6] SCHMITT, Carl. El concepto de lo político; pág, 61, Alianza Editorial, 1987
[7] SCHMITT, Carl. El concepto de lo político; pág, 62, Alianza Editorial, 1987
[8] SCHMITT, Carl. “Staatsethik und pluralistischer Staat,” KantStudien,
vol. 35 (Berlin: Pan-Verlag Kurt Metzner, 1930), 28–42
[10] SCHMITT, Carl. “Staatsethik und pluralistischer Staat,” KantStudien,
vol. 35 (Berlin: Pan-Verlag Kurt Metzner, 1930), 32

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