RESUMEN
Este ensayo, analiza, la ética política, desde un enfoque
comparativo de Max Weber y su obra "la política como profesión" con
la teoría de confrontación, la relación amigo - enemigo y el artículo sobre
Ética de Estado y Estado pluralista de Carl Schmitt; iniciando con una
introducción general sobre la importancia histórica del rol de la ética en la
política y como se traduce esta desde los autores mencionados.
INTRODUCCIÓN
El estudio minucioso y racional de la moral, el deber, la
virtud y la felicidad, es ocupada por una rama filosófica llamada ÉTICA, la
cual debe ser aplicada tanto en la individualidad del ser humano como su
implicación en la sociedad, y he aquí su estrecha relación con la política, ya
que ésta, ya conocemos que se ocupa
principalmente de la solución a los problemas de la convivencia colectiva,
tomando en cuenta las condiciones originarias de la naturaleza humana que
varios contractualistas como Hobbes y Rousseau han mencionado en sus obras
clásicas, sobre todo, cuando los seres humanos se someten a las nuevas reglas
una vez que deciden formar parte, sea de un Leviatán como de un Contrato Social;
por lo tanto, la relación entre ética y política es muy estrecha ya que ambas
dependen de la acción humana y el criterio que se debe crear para tomar
decisiones políticas con los límites éticos a la hora de convivir en sociedad,
en definitiva la ética enriquece el criterio político porque le pone límites al
“todo vale” y así erradicar la corrupción, tiranía y la injusticia.
LA NOCIÓN DE ETICA POLÍTICA DE MAX WEBWER
Weber, en su clásico análisis sobre la política como profesión, trata de discernir a través de dudas sobre las relaciones entre ética y política, si son o no opuestas, si tan solo una ética se aplica para la política, sobre el contenido de sus normas, la ética en los medios para apoyar la violencia, etc; sin embargo, aterriza a una noción clara, mencionando lo siguiente: “a esta ética se aplica lo mismo que se ha dicho de la causalidad científica: no es un taxi que se puede detener arbitrariamente, se la toma o se la deja por entero, pues éste es precisamente su significado; de lo contrario se lo vulgariza”[1].
Diferencia claramente entre la ética política y la ética
evangélica, por ejemplo sobre la resistencia legítima mediante la fuerza, en él,
la ética evangélica evita “utilizar la fuerza para contrarrestar el mal” y la
ética política legitima tal uso para después, no hacerse responsable del
triunfo del mal; así mismo, el hecho de decir la verdad ,lo cual, debe ser
incondicional en la ética absoluta para que el político descubra que en lugar
de producirla la obscurece cuando se actúa con abuso y pasión; esto ocasiona
que coexistan tanto la ética de la convicción con la ética de la
responsabilidad, ambas son diferentes y no excluyentes la una de la otra, ya
que quien actúe con responsabilidad, sabrá cuales son las consecuencias o
límites de sus propios actos, en cambio quien lo haga con convicción, deberá
ocuparse de no apagar la llama de la pura convicción.
Afirma, además, que el medio decisivo de la política es la
violencia, ya que ninguna ética puede ni rehuir ni determinar sobre los medios
que sean moralmente dudosos o peligrosos.
“La ética de la
convicción debe derrumbarse aparentemente, ante el problema de la justificación
de los medios por el fin. De hecho, lógicamente sólo tiene la posibilidad de
condenar toda acción que emplee medios moralmente peligrosos”[2].
Desde mi punto de vista el límite de la ética de la
convicción se limita cuando las acciones que reivindican esta, recae sobre la
responsabilidad, y esto se aplica normalmente en la política a la hora de tomar
decisiones que a la larga puedan incurrir en afectaciones al aparato social.
El poder es la herramienta clave para realizar los cambios
necesarios que, con convicción, se construyeron, y el mantenimiento de este,
proviene justamente de una verdadera ética de responsabilidad, para que los
medios no carezcan de legitimidad para la consecución de los fines.
Desde el punto de vista de Weber, para Forster, el bien
solo produce el bien y el mal solo produce el mal; sin embargo, se contrapone
con varios hechos principalmente concerniente al desarrollo de la religiones,
menciona que “O ese poder no es
omnipotente o no es benévolo, o bien la vida está gobernada por principios de
compensación y de sanción que sólo pueden ser interpretados metafísicamente o
que escapan eternamente a nuestra comprensión. Este problema de la
irracionalidad del mundo ha sido el motor de toda evolución religiosa”.[3]
Culmina esta idea acotando que la creencia de los
primitivos cristianos se basaba en el pacto con el diablo que realizaban
quienes se dedicaban a la política como sinónimo de poder o violencia y que,
por lo tanto, no necesariamente el bien produce el bien o mal produce el mal,
por lo tanto, quien no entienda esto es neófito en política.
Con respecto a las éticas religiosas y su diversidad
menciona que se fueron adaptando a la vida de diferentes esferas con leyes
distintas, poniendo como ejemplo al politeísmo griego y los conflictos entre
sus dioses, el “maquiavelismo hindú”, la inclusión de la ética en la violencia
para pelear contra los herejes en la fe cristiana, el protestantismo como
institución divina, el descargo de la violencia como responsabilidad moral del
individuo y la legitimidad de la violencia como medio para defender la fe en el
calvinismo.
Menciona de manera clara que los problemas éticos de la
política y que su especificidad está determinada por su medio peculiar y esto
origina la búsqueda de la violencia legítima en expuestos a sus consecuencias
específicas.
En cuando a la ética política aplicada a las luchas
ideológicas, Weber es muy convincente, me recuerda mucho a la coyuntura
política de Ecuador, ya que sostiene que éstas están lideradas por auténticos
caudillos:
“Tomado el poder;
el séquito de un caudillo se convierte por lo general en un vulgar grupo de
advenedizos. El que quiere hacer política, y sobre todo el que quiere hacer
política como profesión, debe comprender esta paradoja ética. Debe saber que es
responsable de lo que él mismo puede llegar a ser; bajo el dominio de esa
paradoja”[4].
Finalizando con Max Weber, él sintetiza que la política se
hace con la cabeza pero no solo con ella, da en parte razón al quienes
defienden la ética de la convicción, ya que esta depende de su grado de
solidez, de contenido, de argumento; sin embargo resalta que la ética de
responsabilidad también tiene límites y estos son cuando la convicción hace sobrepasarlos, por lo tanto ambas éticas
no son contrapuestas sino complementarias y conforman al unísono al hombre que
puede tener “vocación por la política”.
LA NOCIÓN DE
ÉTICA POLÍTICA DE CARL SCHMITT
Mientras Weber habla de la relación ética – política y como
su complementariedad histórica trata de justificar la violencia legítima para
poder ejercer el poder, haciendo convivir a la ética por convicción con la
ética de la responsabilidad, Schmitt es el autor del antagonismo y la
confrontación como factor fundamental para el quehacer político, es decir la
relación amigo – enemigo.
Sostiene que: “La
oposición o el antagonismo constituye la más intensa y extrema de todas las
oposiciones, y cualquier antagonismo concreto se aproximará tanto más a lo
político cuanto mayor sea su cercanía al punto extremo, esto es, a la
distinción entre amigo y enemigo”.[5]
¿Pero cuáles serían los límites éticos dentro de la
confrontación o la relación amigo – enemigo?
Tomando en cuenta que, según Schmitt, el grado máximo de
intensidad en la distinción amigo – enemigo,
se refiere más a una legítima contradicción de ideas, también es claro al mencionar
que no necesariamente el enemigo es moralmente malo o estéticamente feo,
simplemente es el otro, es decir el legítimo contradictor al que incluso es
preferible tenerlo cerca, y justo en este punto es lo que radica la limitación
ética dentro de la confrontación.
El enemigo político es el contradictorio, el diferente, no
el malo o el feo al que hay que destruir; no hace falta odiarlo personalmente,
sino identificarlo para contraponerse y así surja lo que para Schmitt es vital
en política, el antagonismo.
El antagonismo tiene dos fenómenos interesantes de analizar
dentro de los límites de la ética política. El primero, el sentido polémico de
los conceptos, ideas y palabras, es decir un antagonismo y situación concreta
que concluyen con guerra o revolución, como consecuencia se debe saber a quien
concretamente se trata de afectar, combatir, negar o refutar.
“El carácter
polémico domina sobre todo el uso del propio término «político», ya sea que se
moteje al adversario de «apolítico» (en el sentido de estar fuera del mundo, de
no tener acceso a lo concreto), ya que se lo pretenda a la inversa descalificar
y denunciar como «político», con el fin de mostrarse uno mismo por encima de
él en su calidad de «apolítico» (en el sentido de
puramente objetivo, puramente científico, puramente moral, puramente jurídico,
puramente estético, puramente económico, o en virtud de cualquier otra de estas
purezas polémicas)”[6].
El segundo fenómeno se refiere a la interacción de los
partidos políticos, su falta de objetividad como defecto inherente a toda
conducta política y las penosas maneras que dominan la concesión de puestos y la
política de ventajas de dichos partidos. Aquí podemos identificar una falencia
en la ética política con respecto a las prácticas de los partidos políticos.
“Cuando por
referencia a esto se pide una «despolitización», lo que se está buscando no es
sino una superación del aspecto partidista de lo político, etc. La ecuación
política = política de partido se hace posible cuando empieza a perder fuerza
la idea de una unidad política”.[7]
Sin embargo, para Schmitt, las diferencias a secas de los
partidos políticos de un Estado, alcanzan el grado máximo de política interior,
y pueden causar que las guerras no provengan de agrupaciones amigas – enemigas
del exterior sino del interior (guerra civil).
¿Recuerdan cuando mencionábamos que según Weber, el medio
decisivo de la política es la violencia?, pues Schmitt le da espacio a la
justificación de la guerra y la lucha como producto de la relación amigo –
enemigo.
“Guerra es una
lucha armada entre unidades políticas organizadas, y guerra civil es una lucha
armada en el seno de una unidad organizada (que sin embargo se vuelve
justamente por ello problemática)”[8].
Aquí recrudece el
concepto de lo político de Schmitt, cuando el concepto de amigo , enemigo y
lucha adquieren su sentido real al momento que nace una conexión para matar
físicamente, ya que la guerra se origina de una enemistad, la realización
extrema de enemistad.
Ahora siguiendo con Schmitt, entramos a su análisis de la
Ética de Estado y Estado Pluralista[9].
Menciona que el
colapso del Estado significa también un colapso de la ética de Estado, es decir
la caída del descrédito de un Estado es totalmente integral, que los partidos
sacrifican el poderoso Leviatán y se
apropian de un trozo de carne del cuerpo despedazado. He aquí cundo se
cuestiona sobre cual mismo sería el significado de “Ética de Estado”.
El autor recoge las
teorías de ética de Estado de Hegel, el stato
ético de la doctrina fascista y la ética de Estado de Kant y su
individualismo liberal. La ética de estado significa vincular al Estado con
normas éticas, siendo una instancia suprema para superar el estado de
naturaleza, sin embargo, la idea de unidad del estado es rechazada por Kant y
otras Teorías anglosajonas llamadas pluralistas (Cole y Laski).
Para los
pluralistas, es necesario negar al Estado como una unidad suprema y abarcante,
sino las pretensiones éticas de ser un vínculo social de otro tipo y más
elevado que cualquiera de las muchas otras asociaciones en las que viven los
hombres.
Sostiene que el
hombre individual convive en la variedad de obligaciones sociales de relaciones
de deslealtad desordenadas, por lo tanto, el hombre individual, está
necesariamente obligado a la fidelidad hacia varias éticas, la de la Iglesia,
posición social, sindicato, partido político, etc. Una pluralidad de lealtades.
“La lealtad hacia el Estado no tiene
primacía alguna, y la ética de Estado es una ética especial junto a muchas
otras éticas especiales”[10].
Aquí es pertinente
hacerme la siguiente pregunta: ¿Qué tan ligada está la ética política, a la
hora de ser leal a un partido político?
Pues pienso que la
ética política está muy ligada a la lealtad, el problema es cuando se confunde
lealtad a los caudillos mas no a las instituciones, por lo tanto dependemos
mucho del grado de institucionalidad que un país tenga con respecto a sus
instituciones políticas, principalmente a su Sistema de Partidos. Además de la
rigurosidad de las normas electorales, y la facilidad que los políticos tienen
de moverse de una Organización Política a otra.
En ese sentido en
el Ecuador aún estamos a varios años para llegar a tener un Sistema de Partidos
institucionalizados, por lo que hoy por simplemente son vehículos de traslado
hacia el poder, sin planes programáticos ideológicamente trazados.
Entrando al desenlace
de este trazado sobre ética política, escogí a dos autores clásicos muy
debatidos en la ciencia política, sobre todo por el pragmatismo de sus análisis
y hemos visto que específicamente en cuanto a la ética política, tienen una
visión clara de la cotidianidad política hasta la actualidad.
La ética con
convicción y responsabilidad de Weber se complementa con la relación amigo –
enemigo en una ética de Estado de Schmitt. A la hora de tomar decisiones en un
contexto político, estas nociones pueden servir para analizar de manera más
madura a la política.
El pluralismo de
lealtades dentro de una ética de estado nos invita a pensar como el ser humano
debe desenvolverse en una compleja sociedad, con múltiples intereses.
La ética política trae
consigo normas tácitas inherentes al juego de alcance al poder y su supervivencia
o sostenimiento.
En el mundo de la política
real se juegan varios intereses. Al final del día la política es el mercado negro
de expectativas en donde quedan explícitamente expuestos los sentimientos más bajos
del ser humano como son la envidia, la hipocresía y la vanidad. Es un gran embudo
en donde pocos llegan a la cúspide y una vez logrado el objetivo en necesario plantear
acciones para sostenerse en el poder; y, la ética política ayuda para delimitar
dichas acciones, a fin de no caer en la tiranía, la demagogia y el autoritarismo.
·
WEBER, Max. Obras Selectas: La política
como profesión; DISTAL, Buenos Aires, 2010
·
SCHMITT, Carl. El concepto de lo político;
Alianza Editorial, 1987
·
SCHMITT, Carl. “Staatsethik und
pluralistischer Staat,” KantStudien, vol. 35 (Berlin: Pan-Verlag Kurt Metzner,
1930).
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