En pleno proceso de inscripción
de candidatos, para las elecciones seccionales del 2023, se van identificando
causas que contribuyen a aquella bola de nieve que implica la crisis del
sistema de partidos ecuatoriano. Las últimas reformas al Código de la
Democracia, y su aplicación en cuanto al cumplimiento de la participación tanto
de mujeres como jóvenes, develan la fragilidad de las estructuras partidistas
con respecto a la identificación y formación de nuevos actores políticos.
El surgimiento candidatos sin
partidos, autodenominados “representantes de la ciudadanía” o inclusive
“actores apolíticos”, con el discurso de que “las ideologías ya no existen”,
coadyuban a la idea, de que la poca credibilidad que estas instituciones
democráticas poseen es utilizada como un argumento para subestimar su accionar
o peor aún su legitimidad.
Para optar por una candidatura,
actualmente no es requisito ser afiliado o adherente de una organización
política. Es más fácil, autodenominarse precandidato e invitar a los partidos y
movimientos a realizar alianzas sin ninguna consistencia ideológica alrededor
de un proyecto netamente personalista. Para entender este fenómeno, propongo la
metáfora del patio de autos.
Para llegar al poder, si el
precandidato no es afiliado a un partido, necesita el auspicio de una o varias
organizaciones políticas, las cuales lo transportarían a su objetivo. De nada
valen, las ideologías, estatutos, declaraciones de principios o cualquier
pensamiento de fondo, lo único que, legalmente sirve es el número o registro.
Por lo tanto, el sistema de
partidos ecuatoriano no es más que un patio de autos, donde el precandidato
escoge el móvil que lo llevará al cargo que pretenda, sin necesidad de tener un
vínculo con este medio, simplemente lo toma prestado, lo compra o alquila, con
tal que le sirva para cumplir con su meta.
Pero ¿En que fallaron los
partidos y movimientos políticos, para ser tratados así? La respuesta es simple.
Sin el ánimo de generalizar, la falta de construcción de procesos internos
reales de participación, formación y capacitación de cuadros políticos. Esta
carencia se origina, por tener organizaciones políticas que únicamente
funcionan en procesos electorales y no responden a una lógica de trabajo
permanente.
No es suficiente insertar cuotas
de jóvenes y mujeres para garantizar su participación. Es necesario crear
condiciones, al interior de las organizaciones políticas, para que se debatan
propuestas, ideas y proyectos consistentes. De estos procesos saldrán
candidatos alejados de la improvisación, dotados de una formación integral compuesta
de tres dimensiones, una de fondo donde posean contenido teórico e ideológica,
otra de forma en la que dispongan de herramientas comunicacionales para el
manejo de imagen y finalmente una de gestión en la que profundicen en la
gestión y administración pública.
Es imposible construir una
democracia plena con un sistema de partidos frágil o débil. Donde los proyectos
personalistas estén por encima de los colectivos y así se alimenten espacios
más proclives a la corrupción. La ideología no puede morir, porque significa la
esencia en la estructuración y ejecución de cualquier modelo de gestión.
Aspirar a un cargo de elección popular engañando al electorado, afirmando no
ser político o peor aún criticando a los partidos, no es correcto, es
incoherente y populista.
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